En el mundo de los negocios no existen los regalos.
En este artículo vamos a analizar si los tratados de libre comercio ofrecen realimente la libertad de su lema.
Antes de esto, vamos a ver en qué consisten.
Los Tratados de Libre Comercio (TLC) son aquellos que reducen, o idealmente suprimen, aranceles y barreras no arancelarias al comercio de bienes y servicios.
Esencialmente, los países intervinientes en estos tratados pueden comprar y vender productos entre sí con aranceles reducidos o con exención de los mismos. Normalmente, la reducción de los aranceles es progresiva a lo largo de los años hasta eliminarlos. Estos tratados reducen fricciones en comercio y disminuyen los costes de los productos para los consumidores.
Permiten por tanto a los negocios enfocar sus esfuerzos en la fabricación de sus productos o en la prestación de sus servicios, e importar los productos en los que no tienen una ventaja competitiva o que directamente no tienen posibilidad de producir (ejemplo, productos con D.O.).
Los Tratados de Libre Comercio pueden ser firmados entre dos países (bilaterales) o tres (trilaterales), como es el caso del famoso NAFTA, actualmente en negociaciones, entre EEUU, México y Canadá. También pueden darse tratados multilaterales, como el MERCOSUR-UE.
Si nos remontamos a los orígenes de los tratados de libre comercio, descubrimos que el debate sobre la “libertad” de las partes en estos tratados no es algo nuevo. De hecho, en el caso de Estados Unidos se remonta a su guerra civil. Los estados norteños buscaban protección para los altos aranceles en bienes producidos mientras que los estados productores de algodón en el sur apoyaban políticas de comercio aperturistas para fomentar la exportación.
La verdadera revolución del comercio tuvo lugar en la II Guerra Mundial, con la creación del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT).
La idea era reconstruir las economías de post-guerra y fomentar el crecimiento a través del comercio global. Este acuerdo atravesó varias rondas de negociaciones que llevaron a un nuevo horizonte global, en el que las políticas de comercio para fomentar el comercio abierto jugaron un papel muy importante. Estas reuniones desembocaron finalmente en la creación de la Organización Mundial del Comercio en 1995.
En ese momento, la visión era que los miembros de la OMC, que ahora son 159, acordarían la eliminación de tantos aranceles como barreras no arancelarias fuera posible. Cada país podría adquirir y ofrecer bienes y servicios de los otros países miembros sin pagar tasas o enfrentarse a pesados procedimientos administrativos.
Esto no funcionó como se esperaba. Por varias razones, la OMC no pudo crear un acuerdo universal para la disminución de barreras arancelarias y no arancelarias que todos sus miembros pudieran cumplir. Como resultado, los países se han decantado por negociar independientemente los tratados de libre comercio con otros países.
No obstante, la OMC ha conseguido resultados positivos en febrero de este año, cuando entró en vigor el acuerdo para eliminar trámites administrativos aduaneros en el Acuerdo sobre Facilitación del Comercio (AFC) pactado en 2013.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que las reformas aduaneras efectuadas por la implementación del TLC disminuirán el coste total del embarque de mercancías de un 10 a un 15% dependiendo del país.
Según estimaciones, la implementación de las medidas del TLC impulsará el comercio global un billón de dólares y un 5% el PIB global.
La posibilidad de importar bienes y servicios sin impuestos beneficia a los consumidores, principalmente a las familias con ingresos medios o bajos. Esto permitiría a los consumidores comprar aquello que realmente necesitan a precios más bajos, como puede ser las prendas fabricadas en Vietnam o Guatemala y las pantallas planas montadas en México. También beneficia a las empresas, que pueden importar materias primas y otras partes a precios más bajos y repercutir este ahorro a sus clientes.
El comercio moderno no se queda en el envío de productos terminados de un país a otro. Desde el desarrollo del sistema de mercados globales ha emergido una compleja cadena de suministro y de valor. Los tratados de libre comercio benefician también a los negocios, reduciendo el tiempo, dinero y recursos necesarios para satisfacer pagos de aranceles o cumplir con las barreras no arancelarias.
Los acuerdos también permiten a los países la elaboración de productos, partes y materiales en los que gozan de ciertas ventajas competitivas. En conclusión, lo que el sistema de comercio global ha hecho por el mundo es que sorprendentemente, ha sacado a millones de personas de la pobreza extrema. En toda África, Asia y América Latina, casi 1.300 millones de personas han pasado de ganar menos de un dólar al día a ser autosuficientes.
De hecho, algunos de los países de estas regiones se encuentran entre las economías con más rápido crecimiento.
Sin embargo, no todo el monte es orégano: los tratados también presentan inconvenientes.
Si el consumidor promedio y la empresa se benefician del comercio, ¿quién pierde? Lamentablemente, en algunos casos han sido los trabajadores de las industrias que han aprovechado la mano de obra de bajo coste en el extranjero.
Los trabajadores que han sido desplazados también tienden a concentrarse en ciertas comunidades, por lo que el dolor es aún mayor.
Sin embargo, ahora se reconoce que el aumento de la productividad y la automatización también han influido en estas pérdidas de empleo.
Los esfuerzos del gobierno para proteger a estos trabajadores se han quedado cortos y, a menudo, son escasos y llegan tarde.
Los acuerdos de libre comercio son solo eso: acuerdos. Son concesiones hechas entre los países participantes para fomentar los lazos comerciales y los objetivos adicionales de política exterior. Uno de los argumentos más convincentes a favor del comercio abierto es su papel en el fomento de la paz.
Es evidente que los socios comerciales son reacios a luchar entre sí. Después de la devastación de dos guerras mundiales, los países implicados trabajaron arduamente para evitar otra catástrofe global. Utilizaron el comercio como un mecanismo eficiente y efectivo para hacerlo.
Aunque nada en la vida puede ser realmente gratuito, eso no significa que los TLC no sean valiosos. Si los gobiernos y las empresas trabajan juntos para aumentar las recompensas que ofrecen los acuerdos multilaterales de comercio y los acuerdos multilaterales, al tiempo que se mitigan los riesgos y se protegen contra consecuencias imprevistas, se beneficiarán más personas y la economía mundial podrá crecer sin obstáculos.
En este momento de la historia, es conveniente revisar los beneficios del sistema de comercio global, que ha logrado tanto para la humanidad, y considerar cómo hacer que sus beneficios se generalicen.
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