La inversión extranjera directa perdió fuerza en Latinoamérica durante el 2016 en comparación con años anteriores, comportamiento que se espera que se prolongue a lo largo de este año.

No obstante, también hay motivos para el optimismo.

A tenor del informe ‘La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe 2017’, presentado el pasado agosto por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), América Latina recibió el 10% de la inversión extranjera directa global en 2016.

Pese a ello, los flujos de inversión extranjera representan el 3,6% del producto interno bruto (PIB) de la región, cuando el promedio global es de 2,5%.

Esto evidencia la relevancia de estas entradas para las economías latinoamericanas, según dicho organismo.

Causas de la caída inversora
De acuerdo con el informe, la caída de la inversión extranjera es debida a la:

•    Bajada en los precios de las materias primas, lo cual ha impactado en las inversiones dirigidas al sector de los recursos naturales.

•    Ralentización del crecimiento económico de los países de la región, sobre todo Brasil, que actualmente sufre una caída del PIB del 3,6%, según datos de Instituto de Geografía y Estadística Brasileño (IEGB).

•    Sofisticación tecnológica y expansión de la economía digital que tiende hacia una concentración de las inversiones transnacionales en las economías desarrolladas.

•    Además, estas causas están enmarcadas en una recesión económica global, que ha desviado los flujos de inversiones hacia países avanzados, en detrimento de América Latina.

De hecho, en 2015 América Latina recibió la inversión extranjera directa más baja de los últimos cinco años.

Latinoamérica pierde inversión extranjera

Latinoamérica pierde inversión extranjera

Evoluciones en 2015-2016
En 2015 los flujos mundiales de inversión extranjera directa aumentaron un 36%, empujados por una ola de fusiones y adquisiciones, sobre todo transfronterizas, concentrada en los países más desarrollados, especialmente en Estados Unidos.

En cambio, la inversión extranjera solo creció en nueve países de la región entre 2015 y 2016, siendo los más destacables Bahamas, Panamá, Colombia, República Dominicana, Brasil y Paraguay.

Dentro de este grupo, Brasil aumentó un 5,7% sus ingresos de inversión extranjera directa en 2016 y se mantuvo como el principal país receptor en la región, con 78.929 millones de dólares. Esto supone el 47% del total.

Respecto a la proveniencia de las inversiones, hay grandes diferencias en función de los países receptores.
Según la CEPAL, los países de América del Sur tienen una mayor presencia de inversores europeos, mientras que en México Centroamérica y el Caribe prevalecen las empresas de Estados Unidos.

Por otra parte, las economías emergentes tuvieron una participación de un 37% en la inversión extranjera directa global en 2016, motivado por la reconducción de las inversiones trasnacionales hacia mercados que ofrecen sofisticación tecnológica y expansión de la economía digital, concentradas en países más avanzados.

Por sectores, la inversión extranjera directa dirigida a Recursos Naturales cayó del 18% en 2010-2015 al 13% en 2016, en correspondencia con la caída de los precios de las materias primas.

En cambio, las Manufacturas y los Servicios aumentaron hasta el 40% y el 47%, respectivamente. Por su parte, las nuevas inversiones se concentraron en Energías Renovables, Telecomunicaciones e Industria Automotriz.

Más optimismo para 2017
CEPAL proyectó para 2017 una nueva caída de los ingresos de inversión extranjera directa en la región de en torno al 5%.

De esta forma, el crecimiento en América Latina avanzaría al 0,8% en 2017 y al 1,7% en 2018.

Esta recuperación, tras la contracción del -1,2% en 2016, estará apoyada en la salida de la recesión de Brasil y Argentina, pues en la mayoría del resto de países se producirá una desaceleración de la actividad en este ejercicio respecto al pasado, arrastrada por shocks externos y la falta de demanda interna.

Así, y según dicho organismo, los países de la región que más crecerán en términos de PIB en 2017 serán Panamá, que lo hará un 5,6%, seguido de República Dominicana, con un 5,3%. Siguiéndoles, se espera un crecimiento del 4,7% para Nicaragua y del 4,1% para Costa Rica.

A continuación, se exponen las previsiones detalladas para dichos países.

Panamá
Este país acumula años de crecimiento superior al 4%, aunque la economía se ralentizó en 2016 por el bajo ritmo de actividades como la Intermediación Financiera y la Hostelería. Para este año, el crecimiento estará apoyado por los sectores de la Construcción, el Transporte y las Finanzas. También contribuirá un mayor dinamismo en el Canal de Panamá, ampliado hace un año, siendo previsible que ello repercuta en mayores ingresos.

República Dominicana
Como Panamá, República Dominicana lleva un par de años creciendo a menor ritmo. La inversión en el país se está moderando, al igual que los ingresos generados por sectores como la Industria y la Construcción. Aun así, el incremento del PIB en 2017 será uno de los mayores en la región, un 5,3%. El país tuvo su fortaleza en 2016 en el sector de la Minería. No obstante, la Intermediación Financiera, el Sector Agropecuario y la Construcción también tuvieron una contribución de peso, pues crecieron a un ritmo superior al 7%.

Nicaragua
Centroamérica y México representan el área con mayor previsión de dinamismo para este año, con un crecimiento en conjunto del 2,5%. Esto lleva a pensar que la mayoría de países que más incrementarán su PIB se concentren en este bloque. El tercer lugar lo ocupará Nicaragua, si se produce finalmente una subida del 4,7%. En esta nación, la demanda interna será la que más aporte al buen comportamiento de la economía, además del aumento de las exportaciones y del turismo.

Costa Rica
Los Servicios Financieros y de Seguros fueron uno de los principales motores de su crecimiento en 2016. Los sectores de la Información y Comunicaciones y el de las Actividades Profesionales también incrementaron sus ingresos. Por otra parte, el sector Agropecuario se recuperó gracias a que las condiciones climáticas permitieron una mayor oferta de productos y a que las manufacturas se vieron beneficiadas por la actividad de zonas francas.


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