Las grandes ideas carecen de valor hasta que alguien las desarrolla e implementa con éxito. Es aquí donde las empresas triunfan o fracasan.

La cuestión es: ¿cómo debes avanzar para desarrollar tus ideas?

Cuando Microsoft anunció en 1983 que lanzaría su software Windows 1.0, era antes de que muchos de nosotros hubiéramos oído hablar de un PC, y mucho menos de un interfaz de usuario. El resto, por supuesto, es historia.

Pero rara vez se recuerda que Microsoft necesitó dos años enteros para llevar el producto al mercado, que el rival VisiCorp arrasó en las tiendas con un interfaz de ventanas guiada por un ratón – y que, en esos arrolladores primeros días de la revolución digital, otros tres proveedores que ofrecían programas que usaban «ventanas» en pantalla casi tumbaron a Microsoft.

El hecho de que sea Microsoft a quien reconocemos hoy es porque fueron los más exitosos en implementar su innovación. No tiene nada que ver con haber llegado primero o tener la idea más original.

La historia de Microsoft, y la compleja suma de factores que le permitieron adelantar a sus rivales, demuestra que el éxito de la empresa de tecnología se debió tanto al estudio de sus rivales como a su propia capacidad.

Cómo convertir una idea en negocio

Cómo convertir una idea en negocio

¿La moraleja de esta historia? Las ideas por sí mismas valen poco.

Si la implementación es pobre, las ideas brillantes que ofrecen la ventaja del primer movimiento pueden ser desperdiciadas y la originalidad se vuelve insignificante.

Para el emprendedor, el desafío no es encontrar ideas maravillosas, sino encontrar maneras efectivas de implementarlas, es decir, traducir ideas brillantes en productos y servicios de una manera que logre captar a los clientes antes de que el dinero se agote.

Desde el principio, pasar de la idea a la acción requiere que confrontar situaciones que se dan con frecuencia:

Síndrome de la torre de marfil

Muchas personas creativas comparten la creencia de que «yo soy el genio creativo, depende de otros implementar mis deslumbrantes ideas».

Es difícil identificar dónde se origina esta actitud, pero reconocerla puede superar un obstáculo psicológico clave para el progreso.

Una manera de hacerlo es admitir que la originalidad es sobrevalorada en gran medida – de hecho, la mayoría de la gente tiene buenas ideas-.

Nos convencemos de que las nuestras son de alguna manera más originales, innovadoras y especiales.

Alguien puede robar mi idea

Con demasiada frecuencia, los innovadores mantienen sus ideas cerca de sus pechos, temiendo que si los revelan a alguien más serán robados.

Pero la retroalimentación mejorará una idea, y es esencial desde las primeras etapas compartirla con otros para ratificar su validez y trazar una guía.

La verdad es que a la gente le puede gustar su idea, pero no querrá cargar con la carga de implementarla.

Si reduce al mínimo el riesgo de exposición de su propiedad intelectual compartiendo solamente su idea con una pequeña parte de la gente en la que usted confía, trabajará más tranquilo.

Una vez que estos mitos se han afrontado, entra en juego la diligencia y es necesario creer totalmente en el proyecto para iniciar la implementación.

Algunas mentes vivas disfrutarán, por supuesto, de la propia fase de las ideas; puede ser muy fácil perderse en un proceso de pensamiento sin fin en la búsqueda de una solución óptima a un problema.

Por lo tanto, es importante moverse lo más rápido posible a la hora de realizar la implementación, gestionando el miedo al fracaso y concediéndose algún margen de error que le permitirá cometer errores.

La verdadera prueba de innovación -y la única manera en que podemos medir la contribución que hace a nuestra prosperidad- es la medida en que las ideas se llevan a buen término.


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1 comentario

Cómo convertir una idea en negocio · 8 febrero, 2018 a las 1:57 am

[…] Texto original por Emprendedor Global. […]

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