Antes del acuerdo de la semana pasada entre Kiev y Moscú para darle salida al trigo y otros productos desde los puertos ucranianos del Mar Negro, los precios de muchos alimentos ya registraban caídas desde hacía un tiempo. Los temores a una recesión económica global, una buena cosecha en Rusia y las esperanzas de poder reactivar el comercio de cereales han empujado los precios a la baja.

No obstante lo anterior, la caída de los precios no significa que la crisis alimentaria haya terminado, pues la guerra en curso es solo uno de los factores que podrían elevar las tasas de desnutrición durante los próximos años.

El conflicto de Ucrania se produjo en un momento en el que los precios de los alimentos ya estaban subiendo, principalmente por las sequías que afectaban a los países productores de y las cadenas de suministro, que aun no se han recuperado tras el shock de la pandemia.

La guerra ha sido un gran lastre para la producción mundial de alimentos. Con los puertos de Ucrania bloqueados, los volúmenes de exportación se han reducido significativamente. En junio, el país exportó poco menos de 1 millón de toneladas de trigo, maíz y cebada, un 40% menos que en el mismo mes de 2021, según el Ministerio de Agricultura de Ucrania.

Por otro lado, la cosecha en Ucrania comenzó este mes, pero si los productores no pueden vender sus granos, en 2023 no podrán invertir en semillas y fertilizantes para la próxima cosecha. Además, el aumento de los precios de la energía, que se espera que siga aumentando durante el invierno, también ha afectado la producción de fertilizantes nitrogenados, clave para los cultivos.

Hasta ahora, la principal preocupación sobre los alimentos ha sido el suministro de cereales, especialmente el trigo y los aceites vegetales, de los que Ucrania es un gran exportador, pero el problema podría extenderse pronto al arroz, que es básico para la dieta de Asia.

Por ahora, los principales países productores cuentan con elevadas existencias, como India, Tailandia y Vietnam. Sin embargo, si el coste del trigo incita a más consumidores a recurrir al arroz como sustituto, es probable que los productores de arroz restrinjan las exportaciones.

En concreto, solo se exporta alrededor del 10% de la producción mundial total, por lo que una restricción por parte de cualquier exportador puede tener un gran impacto en el precio internacional. Esto ya sucedió en 2007 y 2008, cuando las restricciones a la exportación impuestas por India y Vietnam llevaron a que los precios se duplicaran.

Antes de la invasión rusa y debido a la pandemia, las sequías y otros conflictos regionales, unos 770 millones de personas se vieron afectados por el hambre en 2021, la cifra más alta desde 2006, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

La FAO prevé que la guerra en Ucrania incrementará el número de personas desnutridas hasta en 13 millones este año y en otros 17 millones en 2023. Según el Banco Mundial, por cada punto porcentual de aumento en los precios de los alimentos, 10 millones más de personas sufrirán hambre extrema.

Esta situación afecta principalmente en gran parte de África, Oriente Medio y Asia central, donde el consumo de productos básicos supera la producción local y, por tanto, son los países de estas regiones los que están más expuestos a los aumentos de los precios mundiales, cuyas economías a la vez se están viendo afectadas por la depreciación de sus divisas.


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