Mercados MercosurNo obstante de la deceleración económica de los últimos años en el bloque Mercosur y de la inclinación de sus dos mayores economías por las barreras al exterior, un buen número de emprendedores globales contemplan el futuro de estos países tras la reanudación de las negociaciones entre la EU – en su conjunto, el mayor socio comercial del grupo latinoamericano – y Mercosur sobre un posible acuerdo de libre comercio, con Uruguay, Paraguay y Brasil como los miembros que han mostrado mayor interés en alcanzar un acuerdo; las últimas conversaciones apuntan a la voluntad de Mercosur de asegurar su continuidad y relevancia en la escena internacional, y en el marco económico de America Latina en particular.

El formidable sector agrícola de Argentina, tradicionalmente orientado al mercado internacional, y capaz de ofrecer productividad, calidad y acceso al transporte marítimo, plantea un panorama a considerar en cuanto a oportunidades en el sector agrícola y de producción alimentaria, además de los sectores de industria petroquímica y metalurgia; en general la base de sectores productivos es amplia y la fuerza de trabajo en general es joven y bien capacitada. Sin embargo, el país atraviesa graves dificultades económicas, y la pobreza va en aumento, al igual que el deterioro de la confianza de empresas y consumidores.

La situación ocasionada por las políticas económicas intempestivas, gasto público por encima de los ingresos, que alternan entre el estancamiento y el declive, y la huida de capitales, presentan un serio problema para la estabilidad, y para el suministro de divisas extranjeras, que desciende con rapidez; este cuadro se ve agudizado por el limitado acceso a la financiación externa, perfil de incumplimiento del pago de la deuda externa, politización de las instituciones, irregularidades y escándalos de corrupción en organismos y nombramientos públicos.

Por otro lado, están las expectativas ante las elecciones de octubre de 2015, y su posibilidad de abrir la puerta a cambios que resulten en un clima de negocios menos complicado en cuanto a barreras al exterior – licencias de importación, cuotas, numerosos controles de precios en bienes y servicios, que tienen por fin fomentar el consumo de la producción local, sustituir las importaciones y atajar la elevada inflación –, y el elevado intervencionismo estatal en la actividad económica y empresarial, que obstaculiza la eficiencia y la productividad, y empuja una parte de la actividad hacia la economía gris y el trabajo informal.

Incluso el intercambio comercial con los demás socios de Mercosur se ha visto sujeto a cada vez más regulaciones por el gobierno argentino, con la consiguiente reducción del comercio procedente de los países vecinos. Éstas naciones, por su parte, se han mostrado dispuestas a continuar con las negociaciones sobre un acuerdo UE-Mercosur con o sin la participación de Argentina.

Bolivia, próximo miembro de Mercosur a partir de junio de 2015 – lo cual previsiblemente estrechará los lazos con sus principales socios comerciales de la región, Brasil y Argentina –, es en general un entorno complicado, aunque ciertamente no imposible, para la inversión, debido entre otras cosas a una férrea vigilancia estatal sobre la actividad empresarial privada y un marco regulatorio complicado en numerosos aspectos (aunque también bastante deficiente en apartados como las normativas de protección laboral, de seguridad y medioambientales).

A estas dificultades se suma un elevado nivel de corrupción, aplicación sesgada e inconsistente de la ley, y garantías legales muy débiles para las empresas e inversionistas extranjeros y sus activos en el país; es preciso tener presente que las actividades comerciales e inversiones realizadas son muy vulnerables a cambios intempestivos en la normativa aplicable, casi siempre debidos a motivos políticos.

Por otra parte, el país cuenta con considerables reservas fiscales y de divisas extranjeras tras el último ciclo favorable de demanda y precios en alza para las materias primas minerales y agrícolas de Bolivia; a pesar de las expectativas de deceleración del crecimiento, fruto de la bajada del precio de los hidrocarburos y materias primas, también conviene detenerse a contemplar las oportunidades en el sector de infraestructuras y tecnología para la industria extractiva, metalurgia y agropecuario, sectores favorecidos por las políticas del gobierno en consonancia con sus objetivos económicos.

El país cuenta también con una población muy joven – en torno a los 23 años de media – aunque también con índices de desigualdad especialmente agudos, que desembocan en tensiones sociales y políticas, y prevalencia del trabajo informal y la economía sumergida, la mayor de América Latina. En general, los expertos coinciden en que hay pocas probabilidades de que las ganancias obtenidas en los últimos años de bonanza económica y las exportaciones alcancen a la mayoría de la población; más de la mitad de la población vive en la pobreza y su poder adquisitivo apenas puede abarcar los productos de consumo más básicos.

Brasil, la mayor economía de America Latina, ha sido durante mucho tiempo el mayor receptor de inversión extranjera directa en la región, debido a su gran y joven mercado, base industrial diversa y dinámica, y abundantes recursos.

Tras décadas de una política comercial tradicionalmente enfocada hacia el mercado interno como preocupación principal, y ante la drástica ralentización del crecimiento económico, acompañado por una creciente inflación y el descenso de la confianza de las empresas y del consumo de los hogares, diversos sectores de negocios muestran cada vez un mayor descontento y preocupación por la pérdida de oportunidades para participar del mercado mundial.

Por otro lado, a pesar de los avances en la reducción de la desigualdad, y la integración de una considerable parte de la población en la creciente clase media, la movilidad económica de muchos se ve obstaculizada por la excesiva regulación de las instituciones sobre la economía y la actividad privada. A esta circunstancia también cabe añadir las protestas generalizadas por la masiva inversión en infraestructuras para eventos de cara a la opinión internacional, en concordancia con los objetivos de Brasil de incrementar su papel en el devenir del panorama mundial, ante las graves carencias en servicios y atención a las necesidades de la población local.

No obstante las considerables dificultades para la entrada de empresas y bienes extranjeros – aranceles, cuotas, controles de precios, subsidios e iniciativas para apoyar la industria local, sin importar su aptitud para enfrentar las exigencias de un mercado más abierto –, no conviene ignorar las oportunidades en sectores estratégicos de la economía brasileña: vehículos, maquinaria, tecnología y equipamiento para la agricultura y ganadería, producción y procesado de alimentos, industria extractiva, las energías renovables, infraestructuras de transporte, construcción, turismo y hostelería; conviene incluir también oportunidades para la educación y capacitación del capital humano, ante la demanda de los empleadores por personal capaz de afrontar las exigencias de competitividad y productividad para la sostenibilidad del crecimiento, particularmente ante el reciente repunte en las tasas de desempleo.

¿Has trabajado anteriormente con estos mercados? Léenos la próxima semana para la segunda parte de este artículo, y comparte tu experiencia con otros emprendedores globales.


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